miércoles, 20 de junio de 2007

"Marginales"- Vicente Muñoz + MIK BARO


EN PRIMICIA MUNDIAL, EL NUEVO LIBRO ILUSTRADO DE VICENTE MUÑOZ + MIK BARO, UNA DELICIA.
OS SUBIRÉ UN ADELANTO, UN TENTEMPIÉ, UN PEQUEÑO APERITIVO PARA QUE SABOREEIS DELICADAMENTE EL UNIVERSO DE ESTOS SERES MARGINALES



He ahí mi universo, como yo lo he creado, como se ha mostrado en mí. Peregrino, viajero, si quieres seguirme respirarás más libre, pues en mi universo reina el desorden y en él está la libertad.

A. Strindberg

Vivimos en un mundo evidentemente materialista. El desarrollo, la competitividad y el tecnicismo han propiciado la transformación de nuestro originario ser. Las religiones y los mitos caen vertiginosamente en el olvido, son sólo el recuerdo de algo inútil que embriagó durante siglos de penumbra nuestras mentes. Y las leyendas, las supersticiones y los sueños siguen caminos paralelos.
El hombre actual es hiperactivo, escéptico y prosaico, cuando no un fracasado. Sus alas fueron cercenadas por el sueño de la razón, lo que ha convertido a unos pocos marginados en sus monstruos.
De este vacuo sincretismo surge hoy como un fénix el nuevo soñador, fruto de cenizas calcinadas y vientos corrompidos, hijo del esplín y el desencanto. Sus visiones son consecuencia del progreso que idolatran sus hermanos, síntesis de las luces de hoy y las sombras de ayer.
Porque el Saber Antiguo aún está ahí, velado por las fatuas pretensiones de la Ciencia.
Mezcla de sueños abortados y fatigas seculares, algunos disidentes conspiran todavía en lo profundo, irredentos y amenazadores, fascinantes y peligrosamente subversivos.


EL DONANTE

Desperté de la anestesia siendo un hombre nuevo, sobrevolando como
un fénix mis cenizas calcinadas. Mis temores se esfumaron al darme cuenta
de que la operación había sido un éxito. Mi enfermedad sólo era un recuerdo,
una pesadilla de la que entonces comenzaba a despertar. Sentía mi cuerpo,
antes marchito, remozado y fuerte: mis órganos sanos, mi mente lúcida y
mis extremidades asombrosamente ágiles. Lleno de entusiasmo recorrí las
estancias de aquel hospital buscando el solaz de alguna voz, pero todo estaba
oscuro y extrañamente silencioso. Sólo una luz intermitente brillaba al fondo
de la planta en que me hallaba. Caminé hacia ella sin sentir casi las piernas,
curiosamente ingrávido en aquella atmósfera opresiva. Al final del pasillo,
en la última sala, decenas de vísceras y miembros se alineaban sobre una
mesa metálica, flotando en el interior de grandes piipetas de cristal. Casi en
trance contemplé su macabro contenido, cuyo orden anatómico había sido
cuidadosamente respetado: pies, piernas, testículos, riñones... y así hasta el
último recipiente, donde se mecía con un suave balanceo mi propia cabeza
seccionada.

¡ Todo había sido una ilusión !. Pues mi cuerpo no era más que el
reflejo débil de mi alma, y los que allí se almacenaban, los órganos que, ya
desahuciado, había donado horas antes de morir.



EL ADICTO

Crepúsculo de terciopelo rojo y cansina ingravidez, distorsión de los
objetos, decadencia y languidez bajo el eco de una carcajada... Pero ahora
estoy despierto y hay montones de basura sospechosa en las esquinas de
mi cuarto, utensilios de mi exigua nutrición. Apenas siento el beso del agua
al contacto con mi piel, espuma de colores cambiantes e irisados. Y la calle
empalagosa, que se estira y se retuerce, se duplica potenciando mi fatiga
secular. Ansiedad y ansiedad. Rostros cuadrados y aritméticos, de carne
inexpresiva y desleída, pasan junto a mí cual fantasmas de mis sueños.
Luces de neón que explosionan en mi mente y coches de ambiguos colores y
policías y putas contagiadas mientras la angustia atenaza mi estómago con
un abrazo frío. Pero al fin veo el rostro hermafrodita de mi dios, entre una
multitud disforme, iluminado por una aureola que oscila sobre su cabeza en
la representación de un éxtasis que abrasa... Amenazas, susurros lejanos e
intercambio. Y la euforia de mis venas desnutridas, que con vítores triunfales
celebran una orgía hipersensible. El sórdido retrete del sórdido garito que ya
se torna aséptico, mágico y sensible por momentos que tal vez fueron horas.
Pero ahora el camino ya no es largo, ni sucio ni poblado de fantasmas: vuelve
a ser crepuscular. Y de nuevo en mi cuarto, que ahora es regio, un orgasmo
estomacal sin erección. Y el sueño y la desidia, duermevela de fantásticas
visiones, de caída eterna a lo insondable de un pozo profundo que se abre y se
cierra y me expulsa hacia un vacío púrpura del que no deseo despertar...

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